Ricos y autos clásicos, el dúo del siglo XX

De iniciación por manivela, combustión por gasolina, arranque por cadenas y presidiendo la guerra de los mil días, llegó a la capital paisa el primer carro que conoció el país: un Dion Bouton de origen francés, último modelo en 1899, que fue llevado a Medellín por Carlos Coroliano Amador Fernández, empresario y uno de los hombre más influyentes en la etapa preindustrial de la historia colombiana, desde ahí, fue norma que los primeros automóviles que incursionaban en el país, lo hicieran de la mano de personajes influyentes de la sociedad del siglo XX.

Posterior a esta llegada, empezaron a arribar a Bogotá modelos de reconocidas marcas como Packard, Lincoln y Ford, versiones ostentadas por las familias y personajes reconocidos de la segunda etapa del siglo XX. Pese al tiempo y al protagonismo de la tecnología en la fabricación de los autos de hoy, aún existen asociaciones Colombianas en las que convergen aficionados a la historia en ruedas. Fueron ellos, quienes nos condujeron por la ruta de las celebridades que tenían los modelos automovilísticos más codiciados en sus épocas de oro.

Hermán Gutiérrez, vicepresidente de la junta directiva del Museo de Transporte en Medellín; Robert Moore, presidente del Club del Clac en Bogotá; y Mauricio várela, presidente y fundador del Club de Aficionados de Vehículos Antiguos, comparten la relación entre los hombres y los carros de antaño.

Según Gutiérrez, Eduardo Santos Montejo, presidente de la República entre 1938 y 1942, y el eclesiástico Manuel José Caicedo, se dieron el lujo de transportarse en autos del fabricante estadounidense de automóviles de lujo Packard Motor Car Company de Detroit, Michigan. Fundada por James Ward Packard en el año 1899, está compañía desapareció del mercado medio siglo después, en 1958. Durante su vigencia, los automóviles de esta marca disputaban honores con Rolls Royce y Lincoln, razón por la que gozaron de importantes clientes de la realeza entre los que se encontraban Alejandro, rey de Yugoslavia; Faruk, rey de Egipto; y Alfonso, rey de España.

Robert Moore señaló que Enrique Olaya Herrera, presidente de Colombia entre 1930 y 1934, tuvo un Ford A modelo 1928. Este carro fue el segundo gran éxito de la marca fabricante en la década de los 20, después del modelo T que fue su antecesor.

Carlos González, director de revisiones del Club del Clac, dice que un Ford modelo 1946 costaba alrededor de $4.250.

Dentro de la lista de Moore también aparece el general Gustavo Rojas Pinilla, quién se paseaba por las calles de la capital en un Mercedes Benz convertible 300 SL, modelo 1954 (año en el que se lanzó al mercado). Este vehículo fue considerado por los expertos alrededor del mundo como el ‘súper convertible‘ de la historia automotriz.

Finalmente, Mauricio várela, recordó que el exaspirante a la presidencia en 1989, Luis Carlos Galán, tenía un Buick modelo 1948, marca del grupo General Motors, y posicionado en el mercado automotriz desde 1908. Lamarca competía en la categoría de lujo y tenía como principal rival a Mercury.

Otro de los ex mandatarios del país que aparece registrado en la memoria de los coleccionistas por su buen gusto es Julio César Turbay, quien se transportaba en un Dodge Colones blindado de 1978.

Varela agregó que entre la farándula de la época también habían de estos ejemplares y relacionó a Fernando González Pacheco, con un Mercedes Benz Pagoda de 1968 y a Amparo Grisales con un Mercedes Benz SL de 1980.

Coleccionistas en el país
Se calcula que en Colombia hay 1.600 coleccionistas de carros clásicos y entre todos reúnen un total de 3.500 automóviles, de los cuales se exhibieron 200 en la última versión de la Feria de las Flores en Medellín.

Las opiniones

Hermán Gutiérrez
Vicepresidente de la Junta Directiva del Museo de Transporte de Medellín
“En el último concurso de ‘La Elegancia en Colombia’, realizado en Medellín, se destacaron un Packard de 1934, un Jaguar de 1970 y un Ford de 1931”.

Carlos González
Director de revisiones del Club del Clac
“En la posguerra, un Ford modelo 1946 costaba, en Colombia cerca de $4.250 y solo podían darse este lujo las familias más adineradas de la época”.